Una de las preocupaciones esenciales de nuestra especie Homo sapiens subsp sapiens, desde que habita sobre la tierra (hace unos 100.000 años), ha sido el origen de la vida y ante la pregunta ¿de dónde venimos? ha respondido formulando innumerables hipótesis. Muchas de ellas eran simples planteamientos religiosos y en la mayor parte, la vida tenia un origen sobrenatural.
Casi todas las culturas primitivas creían en un Dios al que atribuían la creación del hombre y otras criaturas, el resto de los seres vivos, insectos, ratones, peces, etc. se originaban a partir del barro, materia orgánica en descomposición o incluso materia inerte al recibir un "soplo vital".
Esta hipótesis de la generación espontanea ya se proponía en los tiempos de Aristóteles (siglo IV a.C.) y se mantuvo vigente, sin recibir apenas críticas, hasta bien entrado el siglo XIX, momento en el que el problema comenzó a abordarse desde un planteamiento científico.
En la edad media la generación espontánea era la hipótesis más generalizada: las sorprendentes ideas del "árbol anserino" del que se formaban las aves y del "homúnculo" que explicaba el origen del hombre a partir del espermatozoide eran un buen ejemplo de la mentalidad de la época.
La aparición de gusanos en la carne podrida se atribuía también a ese "soplo vital"
El primer experimento científico relacionado con el tema se realizó en el siglo XVII. El médico italiano Francesco Redi demostró que los gusanos no aparecían espontáneamente en la carne podrida, sino que proceden de las moscas que ponen sus huevos en la carne.
Redi preparó unos recipientes, en los que colocó un trozo de carne, el primero lo dejó abierto y a los pocos días se llenó de gusanos, el segundo lo selló herméticamente con cera y en él no se formaron gusanos, el tercero lo cubrió con una gasa para impedir el paso de las moscas pero no del aire y tampoco crecieron gusanos. Redi concluyó que los gusanos vienen de las moscas y no por generación espontánea.
Tras el experimento de Redi y ya en el siglo XVIII hubo grandes controversias entre los partidarios de la generación espontánea como el inglés J.T. Needham y los detractores como el físico británico J. Tyndall y el naturalista italiano L. Spallanzani.
La polémica llegó hasta el siglo siguiente. En 1861 la Academia Francesa de las Ciencias estableció un premio al que resolviese definitivamente la cuestión de la generación espontánea, que fue otorgado a Louis Pasteur por una serie de experimentos que descartaban la posibilidad de que los seres vivos se generaran espontáneamente.
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