Los actos voluntarios son conscientes y en ellos intervienen un receptor, una vía sensitiva, la médula espinal, el encéfalo (que actúa de centro integrador), una vía motora y un músculo efector.
Vamos a poner un ejemplo para entenderlo bien:
Caminamos por el campo y vemos un toro negro, la imagen es captada por nuestros ojos (el receptor), por vía sensitiva llega hasta la parte occipital de nuestro cerebro y allí se reconoce al toro como animal peligroso, el cerebro manda una repuesta motora a través de la médula hasta los músculos de las piernas y estos responden inmediatamente, comenzamos a correr y nos subimos a un árbol.
Un acto voluntario no va siempre precedido de la recepción de un estímulo, por ejemplo nuestro cerebro puede directamente mandar una orden motora a un efector para que realice una acción (por ejemplo mover una mano).
En los individuos, los movimientos de la mano derecha son controlados por la parte izquierda de la corteza cerebral, si lo que se mueve es el pie izquierdo es la parte derecha de la corteza cerebral la que lo controla.
Los actos reflejos por el contrario no son conscientes y en ellos solo intervienen un receptor, una vía sensitiva, la médula (que en este caso es el centro integrador), una vía motora y el efector. El encéfalo no interviene.
Vemos ahora un ejemplo:
Un receptor de la piel de nuestra espalda detecta un "pinchazo" u otra sensación similar e inmediatamente nos retiramos del estímulo como respuesta.
En este caso la vía sensitiva llega a la médula y es la médula la que manda la respuesta motora a los músculos efectores para que nos retiremos.
La respuesta es indiferente al estímulo, respondemos igual retirándonos si nos pinchan poco o mucho, si nos pellizcan, nos tocan inesperadamente con un bolígrafo o si nos queman con un cigarrillo. (siempre que el estímulo supere un umbral mínimo).
Los actos reflejos son más rápidos al no tener que procesarse en el cerebro y la mayoría de las veces tienen una función defensiva.
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